En el siglo XIX se utilizaba aceite de ballena para las lámparas, ya
que se quemaba lentamente y no desprendía ningún olor. También se usaba
para hacer velas y lubricantes para las maquinarias de relojería, para
hacer jabones, barnices y cosméticos, como ingrediente de medicamentos e
incluso para la fotografía. Esto provocó que aumentara enormemente la
cacería de ballenas.
Cuando las técnicas de extracción de petróleo fueron avanzando y
perfeccionándose, la demanda de aceite de ballena cayó rápidamente y
afortunadamente se prohibió la caza de ballenas en 1986. Así que
podríamos decir que las ballenas le deben, en parte, la continuidad de
su especie al petróleo.
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