En 1944, un asistente de laboratorio en la compañía 3M derramó una química experimental en sus zapatos tennis. Trató de lavarlos pero no pudo. Las semanas pasaron y notó que la parte de sus zapatos donde cayó la química permanecía limpia mientras el resto del zapato se ensuciaba. Los investigadores de 3M, quienes habían tratado de encontrar algún uso práctico para ésta química, se dieron cuenta de que era un protector de telas ideal, y así nació el Scotchguard.
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