La patata es un miembro de la familia de las solanáceas, a la que pertenecen otras hortalizas (como el tomate, el pimiento o la berenjena) y algunas plantas tóxicas (como el estramonio y la belladona). Aunque existen al menos 150 especies de patatas silvestres, la especie comercializada habitualmente es la llamada Solanum tuberosum, nombre que deriva de la parte comestible de la planta: sus tubérculos. Los tubérculos son, desde el punto de vista botánico, tallos subterráneos y no raíces. Esta planta elabora azúcares en las hojas y posteriormente los transforma en almidón, el cual se almacena en los tubérculos que comemos. Los tubérculos son órganos en los que la planta almacena nutrientes que utiliza para la formación de nuevas plantas en la temporada siguiente. Las flores de la patata suelen ser entre el blanco y el púrpura y sus frutos son unas pequeñas bayas venenosas con semillas que no se usan comercialmente para plantar nuevas plantas. Las hojas y tallos aéreos son también tóxicos para los humanos. Las mismas patatas deben almacenarse en la oscuridad para evitar el enverdecimiento (debido a la clorofila), pues la luz solar ocasiona la producción de solanina, un alcaloide tóxico que puede ocasionar la muerte si se consume en gran cantidad. Los suelos óptimos para el cultivo de patatas son los sueltos, aireados, húmedos y profundos, pues necesita una profundidad aproximada de 120 centímetros para un buen enraizamiento.
La planta de la patata puede plantarse a partir de un trozo de patata que tenga al menos una yema. Esta facilidad hizo que en Irlanda, donde el cultivo de la patata se extendió mucho, gradualmente todas las patatas producidas tenían la misma composición genética. Con esta situación un hongo se convirtió fácilmente en plaga, causando la enfermedad de la roya tardía de la patata y, en 1847, tras dos desastres consecutivos de los cultivos, Irlanda comenzó a padecer una hambruna grave por la que un millón de personas murieron de hambre y 1.6 millones emigraron, la mayoría a los Estados Unidos. Entre 1847 y 1860, Irlanda perdió un tercio de su población. Esa enfermedad fue la primera en la que se demostró que su causa era un organismo vivo, gracias a los trabajos de Antoine De Bary.
La patata se originó en las tierras altas de los Andes y se sabe que dos mil años antes del contacto con los españoles al mando de Francisco Pizarro en el siglo XVI, los incas ya cultivaban patatas y eran muy importantes en su alimentación. Los incas comían patatas incluso fuera de temporada pues idearon una curiosa forma de desecar y conservar las patatas, el chuño, el cual es el primer producto seco congelado elaborado en el mundo. Los incas usaban el frío de la noche para congelar láminas de patata, luego las prensaban para secarlas y obtener un producto de larga duración. En algunas zonas de los Andes, el chuño se sigue elaborando de la misma forma y se comercializa en mercados locales.
La patata llegó a Europa en 1537, pero no tuvo una aceptación inmediata. El propio Papa, cabeza de la Iglesia Católica Romana, declaró que las patatas eran el alimento del diablo, ya que no se encontraba ninguna referencia sobre ellas en los Testamentos. Un inconveniente fue que la patata conocida era de días cortos, lo cual significa que necesita un máximo de 12 horas de sol al día para maximizar su producción. En cambio, en toda Europa (más aún en el norte) el verano se caracteriza por sus días largos, por lo que las producciones al principio eran muy bajas. La producción de patatas se amplió al llegar las patatas de Chile, caracterizadas por ser de días largos.
La planta de la patata puede plantarse a partir de un trozo de patata que tenga al menos una yema. Esta facilidad hizo que en Irlanda, donde el cultivo de la patata se extendió mucho, gradualmente todas las patatas producidas tenían la misma composición genética. Con esta situación un hongo se convirtió fácilmente en plaga, causando la enfermedad de la roya tardía de la patata y, en 1847, tras dos desastres consecutivos de los cultivos, Irlanda comenzó a padecer una hambruna grave por la que un millón de personas murieron de hambre y 1.6 millones emigraron, la mayoría a los Estados Unidos. Entre 1847 y 1860, Irlanda perdió un tercio de su población. Esa enfermedad fue la primera en la que se demostró que su causa era un organismo vivo, gracias a los trabajos de Antoine De Bary.
La patata se originó en las tierras altas de los Andes y se sabe que dos mil años antes del contacto con los españoles al mando de Francisco Pizarro en el siglo XVI, los incas ya cultivaban patatas y eran muy importantes en su alimentación. Los incas comían patatas incluso fuera de temporada pues idearon una curiosa forma de desecar y conservar las patatas, el chuño, el cual es el primer producto seco congelado elaborado en el mundo. Los incas usaban el frío de la noche para congelar láminas de patata, luego las prensaban para secarlas y obtener un producto de larga duración. En algunas zonas de los Andes, el chuño se sigue elaborando de la misma forma y se comercializa en mercados locales.
La patata llegó a Europa en 1537, pero no tuvo una aceptación inmediata. El propio Papa, cabeza de la Iglesia Católica Romana, declaró que las patatas eran el alimento del diablo, ya que no se encontraba ninguna referencia sobre ellas en los Testamentos. Un inconveniente fue que la patata conocida era de días cortos, lo cual significa que necesita un máximo de 12 horas de sol al día para maximizar su producción. En cambio, en toda Europa (más aún en el norte) el verano se caracteriza por sus días largos, por lo que las producciones al principio eran muy bajas. La producción de patatas se amplió al llegar las patatas de Chile, caracterizadas por ser de días largos.
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